El viernes, como casi cada día, me fui al Crossfit a las 06:30am a entrenar (si no voy a las 06:30h voy a las 09:30h).
Una hora después, me duché, subí al coche, y de vuelta a casa (sin contar estrellas) llamé a mi mujer.
“Patri, que sí, al final me iré a Andorra. Ahora, cuando llegue a casa, arregle a los niños, y se los deje a tu madre, me haré una bolsa, pillaré la furgo, y me iré a Andorra.”
Antes de que me taches de cabrón egoísta o algo similar, debes saber que fue una idea de mi mujer, que rechacé el día antes, pero que el día siguiente, volvió a mi cabeza como un torbellino y no la pude parar.
La cosa es que llevo un par de semanas, bastante agobiado, y lo que me agobia aún más, es que no tengo 100% localizado el foco de ese agobio, porque en principio todo va bien. Realmente, muy bien.
Como no, Andorra.
Mi mujer sabía que este finde, 5 de mis mejores amigos míos corrían una carrera de montaña de 50km, en Andorra.
Como ella sabe de mi amor por ese trocito de mundo (te hablé de ello hace tiempo en este post) le pareció que irme allí con ellos, me podía ayudar a desconectar.
Podría volverme a casa 1.000.000 de veces y no encontraría alguien mejor.
La verdad, que el plan era perfecto por varios motivos.
Para empezar, iba a tener unas 12 horas de coche (ida y vuelta) para escuchar mis pódcast y pensar en mis cosas. Como ahora trabajo en casa, este tiempo ya no lo tengo y a veces incluso lo hecho de menos.
Además, iba a compartir desayunos, comidas y cenas con mis amigos, que falta me hace, pero también iba a tener mucho tiempo de estar solo, en medio de la naturaleza, para darle al coco.
Y así fue.
Ayer (escribo esto hoy domingo en una área de servicio mientras tomo un café de vuelta) me tiré todo el día por la montaña, acudiendo a los avituallamientos para verlos, animarlos, y motivar a alguno para que no abandonara.
Con otro no pude conseguirlo y en el km34 me lo llevé al pueblo.
De todo el proceso reflexivo que he podido hacer, he planteado algunos de los posibles focos de mi agobio:
Pese a que el trabajo me va muy bien, por mi forma de ser, eneatipo 3 de libro, siempre quiero más. Quiero valoración, reconocimiento, éxito… todo, y eso cuando se descontrola, agobia.
Estoy muy enfrascado en encontrar cuál es mi propósito vital. Cuál es mi don. Qué coño he venido a hacer a este mundo. A ver, hay algunas cosas que intuyo, como que me gusta hablar, me gusta comunicar, escribir, y por el feedback que tengo, creo que lo hago bien, pero no sé si realmente es lo que me mueve al 100%, pero me flipa absolutamente la gente que siente pasión por algo y dedica toda su vida a ello. Quiero eso para mí, joder.
Me he marcado algunos objetivos personales bastante ambiciosos para 2023. Mejorar mi inglés, bajar de un 20% de grasa corporal, y volver a mi rutina de yoga y meditación. Todo eso implica horas de estudio, mucho entreno, horas en la cocina… mucho tiempo y dedicación.
Y si a todo lo anterior, le sumas que tengo 2 hijos, uno de casi 8 meses…. pues eso, casi una bomba de relojería emocional.
También le di muchas vueltas a lo mucho que me gustaría vivir allí, al menos algunos meses del año.
Poder ver esto todos los días, debe ser la hostia
Así que también le di muchas vueltas a como podría conseguirlo, y estoy contento porque tuve una especie de momento eureka, y tengo una idea que podría funcionar.
Es a largo plazo, pero todo lo bueno de la vida es así, y me parece justo.
En medio de esta vorágine de pensamientos, reflexiones y otras mierdas mentales, me vino a la cabeza, que hace nada, dos de mis referentes, uno online y otro offline (amigo mío) han comunicado que han dejado de ser veganos.
Ambos, después de muchos años, y ambos, con más o menos la misma reflexión.
Las palabras de Jorge, mi profe de yoga, fueron, “Fran, simplemente, me apetece comer huevos y queso, ya está” y las de Álvaro Sánchez, fueron “me voy dando cuenta de que demasiadas veces en mi vida he estado más preocupado de cómo vivir que de vivir.”
Que, más o menos, vienen a decir lo mismo.
Y ahora viene cuando la matan
Estoy releyendo el email antes de seguir, y hasta yo mismo estoy pensando “¿Qué coño quieres decir con todo esto Fran? ¿Hay alguna conclusión?”.
Bien, pues la verdad es que creo que sí, aunque si sigues leyendo corres peligro de que no te cuadre.
Mira, no sé tú, pero yo no quiero vivir en piloto automático como el 90% de las personas. No quiero hacer las cosas por hacer. Quiero algo más.
Es más, sé a ciencia cierta, que no soy uno más. Que soy especial. Y si esta afirmación te parece egocéntrica, seguramente sea porque lo es, pero creo que esto va como en los aviones. La mascarilla de oxígeno, primero para ti, y luego al de al lado.
De todos modos, es muy posible que últimamente me esté exigiendo mucho en algunos aspectos de mi vida, y me esté obsesionando en como quiero vivir, en lugar de centrarme en vivir.
Como siempre, en el equilibrio, es como se vive mejor.
Tienes que ser como un funambulista imbatible, que dibujo en braille los pasos del siguiente mortal.
Un abrazo muy disperso, y hoy, más cariñoso que nunca.
Fran
O no lo hagas, realmente da igual.