Feliz... ¿Se nace o se hace?
En los últimos meses, he descubierto algo sobre la felicidad que me ha impactado mucho, por dos motivos.
Porque es muy injusto, y porque me ha abierto mucho la mente a la hora de entender a algunas personas de mi alrededor.
Alrededor del 50% de nuestra felicidad, es genética.
Hace muchos años que un cojón de psicólogos están estudiando la felicidad, y no es para menos.
Vivir en este planeta, y no ser feliz, al menos la mayoría del tiempo que estamos aquí, debe ser un horror, así que me parece normal que sea uno de los campos de la psicología con más estudios e investigaciones hechas.
En 1900, David Lykken y Auke Tellegen, hicieron un estudio entre gemelos idénticos, y no idénticos, y concluyeron que la felicidad estaba más estrechamente relacionada entre los gemelos idénticos, que entre los no idénticos.
La teoría de estos señores era que la mitad de nuestra felicidad dependía de nuestras vivencias, de nuestras circunstancias, es decir, de nuestra vida, y la otra mitad, de nuestros genes.
Unos años después, Andrew Clark y otros compañeros suyos, hicieron otro estudio donde se determinaba que un 33% de la felicidad venía determinada por factores genéticos.
Yo no tengo ni idea, ni de genética, ni de psicología, pero la verdad, me encajan bastante estas teorías, y sería una forma de explicar, como puede ser que gente, que lo tiene todo fácil, que tiene una buena vida, y unas circunstancias inmejorables, no sea feliz.
Según Martin Seligman, el padre de la psicología positiva, la fórmula de la felicidad es la suma de:
R (el rango fijo o parte genética) + C (tus circunstancias) + V (tu voluntad)
Aunque la parte fija o genética, y las circunstancias, que en muchos casos pueden venirte dadas, son una gran parte de la ecuación, hay otra que puede cambiarlo todo.
La voluntad. Las ganas de ser feliz.
Siempre he pensado (y todo esto que leo me lo confirma) que hay gente que, simplemente, no quiere ser feliz y punto.
Esto explicaría muchos casos que veo, en los que los padres son unos amargados, y sus hijos lo son exactamente igual.
O como hay tantos casos, en los que cambian las circunstancias de una persona de forma radical (por ejemplo, cuando a alguien le toca la lotería), y esa persona sigue sin ser feliz, y sigue estando amargada
En estos casos, la R de la ecuación, o parte genética, seguramente sería la parte dominante.
Pero como decía, la voluntad, o actitud, que para mí es lo mismo, lo puede cambiar todo, incluso diría, que trabajando esa V de la ecuación, también puedes llegar a modificar tus circunstancias.
En resumen, que ser feliz es una decisión.
Y ojo, siempre hay circunstancias en la vida que pueden reventar tu decisión de ser feliz, como una enfermedad grave, o que se te muera alguien cercano, pero aun así, siempre hay personas que lo lleva mucho mejor que otras.
No soy Victor Küppers
Ni lo soy, ni lo pretendo ser, pero cada día de mi vida, tengo más claro que la actitud lo es todo para ser feliz y para conseguir las cosas que te propones.
Y no digo que sea fácil tener una actitud positiva, porque hay días que no tienes ganas ni de intentarlo, pero coño, es que hay gente que yo creo que no lo intenta nunca.
Si no le ponemos ganas a la vida, nadie la va a poner por nosotros.
Escribiendo esto, me ha venido a la cabeza lo mucho que me gusta la charla TED sobre la actitud de Küppers, así que voy a dejártela por aquí, porque este hombre muy bueno.
Pocos comunicadores conozco que sean mejores que él y que trasmitan más.
El próximo domingo, más.
Seguramente hablaré de dinero, que tengo ganas de meterme en algún fangar.
Un abrazo muy disperso,
Fran Lledó