Aquí en Valencia, llevamos 3 semanas seguidas, con días de fiesta, poca rutina, muchos eventos y muchos niños. Al menos en mi caso.
Fallas, Semana Santa, y ahora, lo que aquí en Valencia llamamos, “segunda Pascua”, porque el lunes es fiesta en algunos sitios de la zona.
Bien, pues yo, como me creo Superman, no es que no quiera bajar el nivel de exigencia en el curro, sino que incluso lo subo.
Vamos, que de Superman nada, más bien gilipollas.
El resultado de eso es estrés. Es sensación de agobio, y sobre todo, de falta de orden, que voy a intentar solucionar con la ayuda de un tercero, que de esto, sabe más que yo.
Pero vayamos a lo que quería contarte de la paternidad, que me estoy dispersando.
La semana pasada, aprovechando que Viernes Santo es fiesta, y que el lunes siguiente también, nos fuimos de vacaciones, mi mujer, los niños, y dos parejas más, ambas con dos retoños cada una.
Hasta el año pasado, para estas vacaciones, nos íbamos con todos los amigos de mi mujer, 6 o 7 parejas, con un cojón de niños, a alguna casa rural gigante de algún pueblo, y pasábamos allí los días cocinando, comiendo, organizándonos para hacer deporte, y bebiendo. Unos más que otros, claro.
A mí, es un plan que me gusta, pero el año pasado fue tal el agobio de niños, platos para fregar, y horas en la cocina, que dijimos que este año, iríamos de hotel. Y eso hemos hecho.
Hemos estado en un hotel, de esos que si me hubiesen dicho alguna vez que yo me iba a hospedar en un hotel así, me habría partido la caja delante de la cara de esa persona.
No es que estuviese mal, al contrario, estaba de puta madre, pero era el típico hotel en plan marinador, ciudad de vacaciones. Gigantesco, con decenas y decenas y decenas de personas por todos lados, con actividades para todos los niños, pequeños, medianos y mayores, con bingo, con cantantes en directo por las noches, y con todo el pack típico benidormense.
Vamos, el típico hotel, que yo he criticado en muchísimas ocasiones, que siempre he dicho que aborrecía este tipo de turismo, y que yo no haría.
Y allí estaba yo, haciendo cola a las 20:00h para cenar, con un montón de octogenarios, y con otro montón de parejas con niños, como yo.
Te cuento esto, porque no es la primera, la segunda, ni la tercera (ni será la última, seguro) situación, en la que me trago mis palabras, dobladas y sin agua para que pasen, en situaciones que tienen que ver con mis hijos.
Aún recuerdo como, antes de tener a mi primer hijo, le decía a mi mujer, “te parece normal que estemos aquí en el restaurante, y que esos padres le hayan dado el móvil a ese niño para que esté jugando todo el maldito rato sin levantar la vista? Yo para eso no tengo hijos, o no salgo de casa”.
Maldito bocazas, jajaja doblada me la he tragado esa. Ahí no sabía, que si te vas solo con tu mujer y tu hijo a cenar a algún sitio, y queréis permanecer todos en la mesa, y poder cruzar una palabra, seguramente en algún momento le vas a tener que dar el puto teléfono al crío.
Ojo, que hay gente que se pasa tres pueblos con ese tema, y no es mi caso, pero sí, claro que le he dado el teléfono a mi hijo para que juegue.
Pues como estas, me he tragado unas cuantas, y creo que me quedan muchas más. Es lo que hay.
Como digo muchas veces, y cada vez lo tengo más claro,
La única posición coherente que puedo sostener, es que en algún momento seré incoherente, by Fran Lledó, un fucking disperso.
Para mí, esto último, es un gran aprendizaje, un gran avance a nivel personal, que he tenido en los últimos años, y que me hace en algunos aspectos de mi vida, relajarme un poco, y no tomarme tan en serio, y supongo que por eso te lo cuento.
Porque creo que la paternidad, es uno de los grandes maestros de la vida, porque te saca de quicio muchas veces, porque te hace tragarte tus palabras y tu ego, porque te hace hacer cosas que realmente no harías, porque te quita una cantidad de libertad que ni te habías planteado, y porque pese a todo ello, es lo mejor que te puede pasar en la vida.
Eso sí, un niño es deporte con cierto riesgo, mola, y vale la pena, pero dos… ufff, eso ya es deporte extremo, jajaja, piénsatelo bien, te lo digo por experiencia.
De todos modos, como te decía al principio del post, en otros aspectos, lo de relajarme lo llevo peor, bastante peor, aunque gracias al libro que te comentaba en el último post que me estoy leyendo, voy entendiendo el motivo, el origen de esa autoexigencia, que aunque para Llados sería una bendición, para mí en muchos casos es un castigo.
Un castigo porque me hace pasarlo mal y agobiarme, en situaciones en las que, realmente, poco más puedo hacer, y que pese a que lo sé, no lo gestiono bien.
Seguramente te cuente algún caso real la próxima semana, o la siguiente, por hoy, es suficiente.
Un abrazo muy disperso,
Fran Lledó
PD: Gracias por leer.
PD2: Y si lo compartes con alguien, gracias por eso también.
PD3: Aunque nunca he sido de los forofos gordos del fútbol, siempre he sido del Valencia. De hecho, incluso fui a Suecia a ver una final, cuando tenía 16 años. Pues la semana pasada le tuve que comprar esto a mi hijo mayor.
Yo le hubiera comprado otra camiseta😏😏😂😂, ellos terminan eligiendo!! Muy buen post, soy abuela primeriza de un valenciano de 1 año y tres meses y te leo y veo a mi hijo
Un niño inteligente 👏👏👏👏