Una forma original de faltar al respeto a tus amigos
Hasta los 25 años jugué a basket, y sin duda, ha sido el deporte de mi vida. No he practicado ningún deporte durante tanto tiempo, y con tanta dedicación.
El otro gran deporte de mi vida es el esquí, y creo que no desbancó al baloncesto por un mero tema de geografía.
Tema que espero poder solucionar, en alguna etapa de mi vida, y que sea el gran deporte de mi vida en alguna fase de esta.
Bien, volvamos al baloncesto, que me disperso.
Recuerdo, como si fuese hoy, el primer partido que jugué.
En mi cole había mucha tradición de baloncesto, y pronto nos metían en las ligas escolares del pueblo. Tan pronto como que a los de mi clase, cuando estábamos en cuarto de primaria, nos pusieron a jugar contra chicos 2 años más mayores, y mucho más altos.
Cuando tienes 9-10 años, jugar contra chicos de 12, es una locura.
Total, que allá que fuimos a jugar ese primer partido de la liga escolar, un grupo de renacuajos, contra los grandullones de sexto de primaria de otro cole.
Quedamos 70-2.
Perdimos, claro.
Ese primer año creo que perdimos todos, o casi todos los partidos, y a mí no me gustaba perder. Pero ni un poquito. Lo llevaba muy mal.
A partir del año siguiente, empezamos a ganar (éramos más mayores y los mejores de la liga con diferencia) casi todos los partidos, y creo que ganamos la liga escolar un par de años.
Luego ya pasamos a jugar a nivel provincial, y así hasta los 24 años.
Tengo unos recuerdos brutales del baloncesto. Durante muchos años de mi vida, era sin duda mi mayor motivación tanto entre semana con los entrenamientos, como con el partido del fin de semana.
Además, siempre tuve un rol importante dentro equipo, a nivel anotador, y a nivel emocional.
Y cuando empecé a no tenerlo, diría que los dos últimos años, me costó muchísimo asumirlo.
A nivel provincial, conseguimos cosas chulas.
Ascensos de categorías, alguna liga, una copa… pero sobre todo, lo que me dio el basket, fue un grupo de amigos, que aunque la vida nos vaya distanciando, nadie nos quita todo lo vivido. Nadie.
Éramos un grupo muy bonito, muy divertido, y por si fuera poco, mi mejor amigo, y padrino de mi boda y mi primer hijo, se lo debo al baloncesto.
Pero no todo fue bonito.
Y no voy a contarte nada del sacrificio ni pajas mentales del estilo, voy a contarte algo jodido. Algo de lo que me arrepiento cada vez que pienso en ello, aunque cuando sale el tema, hoy en día mis amigos y yo, nos reímos.
Pero no es de risa, porque les falté el respeto de una forma muy miserable, a cada uno de los integrantes de mi equipo en ese momento.
Como te he dicho antes, en mi época de aspirante a Kobe Bryant (el mejor jugador que he visto en mi vida y que sin duda veré), lo de perder lo he llevado siempre bastante mal, y diría que eso de hacer autocrítica, también.
Un día, en un partido que íbamos perdiendo, mi cabreo con la situación era descomunal.
Perdíamos de bastante, porque estábamos haciendo un partido de risa.
Sin garra, sin defensa, sin nada.
Y mi forma de expresar ese cabreo fue la siguiente.
Pillé la bola (creo que tras coger un rebote) e hice un tiro de media distancia, que entró limpio. Sin rozar siquiera el aro.
Solo que el rebote era en defensa, y el balón entró en mi canasta.
Como lo oyes. Me metí una canasta en propia.
Sinceramente, no recuerdo bien que pasó después. No sé si me sentaron en el banquillo, ni si el entrenador me gritó.
Tengo una laguna de ese momento, la verdad.
Lo que recuerdo perfectamente son las caras de mis compañeros, que creo que más que de cabreo, eran de decepción, y evidentemente no por perder el partido, sino por lo que había hecho.
Cómo no podía ser de otra manera, no sé si después del partido o en el primer entrenamiento, les pedí disculpas, y menos mal que las aceptaron.
Creo que eso marcó un antes y un después en mi actitud dentro del campo, a mejor diría yo, pero bueno, eso lo deberían decir mis compañeros.
Supongo que todos hacemos gilipolleces en nuestra vida, y con 18 o 19 años que tendría ahí, pues hice muchas. Esta fue una de tantas.
La palabra autocontrol no estaba en mi vocabulario, y mucho menos, cualquier cosa que tuviese que ver con el desarrollo personal, la reflexión o la filosofía.
Temas, que en los últimos años, sin ser yo aspirante a heredero de Epicteto, me han preocupado bastante, y he invertido tiempo en aprender sobre ellos.
Porque como dice mi amigo Pablo:
Seas o no consciente, todo el mundo tiene o sigue una filosofía de vida. No es posible no tenerla. Pero si no eres consciente y no la eliges deliberadamente, es muy posible que te dejes llevar y vivas de acuerdo con aquella que otros te imponen, con aquella que sea dominante en cada momento en tu entorno cultural, vivirás de acuerdo con lo que otros desean para ti.
Pablo y yo nos conocimos hace ahora casi un año, cuando me contrató para montarle la página web de un proyecto nuevo que tenía entre manos.
Hoy, casi un año después, somos socios en ese proyecto, y no puedo estar más contento de tener cerca a alguien así.
No sé si él se describiría como un Estoico moderno, pero yo diría que los es, y además, con la capacidad de sintetizar y aterrizar conceptos filosóficos y teóricos, en cosas prácticas para el día a día.
La semana pasada te dije que Pablo había grabado un audio sobre como aplicar el Estoicismo a tu vida para tener una buena vida, y que era la hostia.
Bien, pues aquí está.
Son 33 minutos 57 segundos que, al menos en mi opinión, no tienen desperdicio. Aunque podría ser que esté metiendo mi sesgo.
Un abrazo muy disperso,
Fran Lledó
PD: Yo ya he elegido de forma deliberada que quiero que la filosofía estoica rija mi vida, pero joder como cuesta…
PD2: Aunque es verdad que con audios como este, cuesta mucho menos. Mucho.