Hoy, en esta nueva dispersión, voy a seguir con la misma estructura que la semana pasada, pero cambiando un poco.
En la última publicación, te conté 3 ideas, 2 citas y 1 pregunta, y como gustó, hoy seguiré la estructura, pero cambiaré los ítems.
Hoy serán 3 historias, 2 consejos (para mí) y 1 reflexión.
Intentaré que todo tenga sentido (al menos en mi cabeza parece que lo puede tener), ya me dirás luego si lo consigo.
Vamos con las 3 historias
Una amiga mía decidió, hace unas semanas, llevar a su madre a un taller de crianza positiva, o educación positiva, no tengo muy claro cuál es el término adecuado.
Tampoco tengo muy claro en qué consiste esta forma de educar a tus hijos, pero creo que va de que a los niños no se les debe decir, que no para que no se frusten, o algo así. Muy a grosso modo.
Perdona mi ignorancia si no es así, pero no es lo importante en la historia.
Lo importante es que mi amiga, llevó a su madre, para ver si cambiaba su actitud respecto a ella, y a sus hijos, los nietos de la mujer.
Aunque no tengo pruebas, pero vamos, tampoco ninguna duda, la mujer aceptó ir al taller a regañadientes, y para que su hijo callase la boca.
Al salir del taller, contó mi amiga, iban paseando por la calle, volviendo a casa, y en eso que la madre se queda por detrás de mi amiga, la mira un momento, y le suelta:
“Escucha, esos pantalones te quedan bastante mal. No sé por qué te los pones tantas veces. Como si no tuvieses más pantalones.”
¿Crees que esa mujer se había enterado de algo durante el taller? Pues eso.
Vamos ahora con la segunda historia.
Hablamos ahora de pasta gansa, del fucking money y de inversión.
Mi amigo Pablo Tovar, esta semana entrevistó a un grande, que seguramente conozcáis algunos de los que estáis por aquí.
Hablo de Luis Álvarez, de Cazadividendos.
En la entrevista, Luis contó algo interesante. Bueno, contó muchas cosas interesantes, pero esta me gustó.
Luis ha conseguido la ansiada independencia financiera, gracias a invertir muy bien su patrimonio, y haber gestionado muy bien su dinero.
Un día, un amigo suyo le preguntó (esto le pasará muchas veces) sobre como invertir su dinero. Quería el consejo de alguien que entendía del tema.
Luis le comentó lo que él haría (invertir en acciones que repartan dividendos). El amigo de Luis parecía que le hacía caso, que tenía interés en lo que le decía. Que estaba como aceptando los consejos de Luis.
Acabo la conversación y su amigo le dijo, “vale, pues creo que meteré el dinero en letras del tesoro”.
¿Crees que ese hombre se había enterado de algo durante la charla con Luis? Pues eso.
Y vamos con la última, que como es muy personal, no voy a entrar en detalles, pero espero que se entienda.
Hace unas semanas, asistí con alguien a una dinámica, para intentar resolver algunas cosas. Luego, a ese alguien, de forma activa, yo le dije que quería un par de cosas que para mí eran importantes. Pongamos que le pedí A y B.
El día siguiente de la dinámica, esa persona me dio X y Z. De A y B, ni rastro, hasta pasados unos días, y menos mal.
¿Crees que esa persona se había enterado de algo durante la dinámica que hicimos? Pues eso.
Vamos con los 2 consejos (para mí)
Lo que voy a escribir, como casi todo lo que escribo aquí, espero que lo lea mi yo del futuro, y diga, “Ves Fran, era por este camino, lo has hecho bien.”
El primero sería que no puedes esperar que los demás actúen como tú quieres que lo hagan, o como tú crees que deberían hacerlo. Incluso aunque estas personas te pregunten de forma aparentemente interesada, como cambiar algún aspecto de su vida, en el que tú les puedes ayudar.
Si esperas que esas personas cambien, si pones tu energía en eso, si de eso depende tu felicidad, estabilidad emocional o tu estado de ánimo… estás jodido. Muy jodido.
Eso nunca jamás puede depender de un tercero, solo de ti mismo. La cosa es hacia dentro, no hacia fuera.
El segundo, y no sé si igual o más importante, sería que la única forma de impactar realmente en alguien, es el ejemplo. Y no hay más.
Lo típico de “haz lo que digo no lo hago” no sirve de un carajo. Al menos no a mí.
Si yo voy a un nutricionista, y el tipo tiene un 30% de grasa corporal, a mí que me perdonen, pero no quiero verlo ni de lejos.
Si yo quiero que mis hijos coman bien, la única forma de conseguirlo es que en casa vean que se come bien.
Si quiero que mis hijos sean alegres, felices o que no griten, la única forma de conseguirlo es que yo sea alegre, feliz y que no les grite.
No estoy diciendo que actualmente sea así, pero si quiero conseguirlo en un % grande del tiempo, tendré que empezar yo primero, ¿no?
Si quiero que mis hijos se cuestionen las cosas, para que no vayan (si no quieren) por el camino marcado, primero tendré yo que cuestionármelo absolutamente todo, y llegar a mis propias conclusiones.
Hace muchos años, una madre llevó a su hijo a ver a Gandhi. La madre quería conseguir que su hijo dejase de comer azúcar, y quería que se lo dijese Gandhi.
Ese día, Gandhi les dijo que volviesen en dos semanas. Solo eso. No les dijo nada más.
La madre, supongo que flipando, se fue con su hijo, y en dos semanas volvió allí.
Ese día Gandhi, miró al niño a los ojos y le dijo “Deja de comer azúcar”.
La madre le preguntó por qué hoy sí, y hace dos semanas no, y Gandhi le dijo, “Hace dos semanas, yo también comía azúcar.”
Acabemos con 1 reflexión
Me estoy dando cuenta, de que, por norma, las personas no queremos escuchar. Vamos a nuestra puta bola, y punto.
Y me incluyo, porque aunque intento corregirlo, sé que algunos aspectos de mi vida lo hago.
Pero si miro más allá, si levanto la vista y miro lo que pasa en el mundo, es de locos. Cada uno a su bola.
Y la verdad, tengo sentimientos muy encontrados con esto, así que te los cuento, por si también te hacen pensar. O darte de baja de estos emails, jajaja.
Cómo te decía antes, creo que no puedes hacer que tu felicidad, tu bienestar, dependa de nadie más. Y lo creo de verdad.
Pero… casi siempre hay peros…
Eso deriva casi inevitablemente en una individualización de la sociedad, justo en esto de que cada uno vaya a su puta bola, y como especie, no sé si estamos preparados.
La faceta social, de comunidad, de tribu, es clave en el ser humano, y no tengo muy claro si esta individualización de la sociedad, choca de frente contra esto.
Supongo que como en casi todo en la vida, en el término medio está la virtud, pero creo que es complicado de alcanzar ese punto medio, no sé si demasiado, para la mayoría de mortales.
Me encantaría saber lo que opinas tú, así que si comentas, o me respondes, te leeré.
Y te responderé.
Un abrazo bien disperso,
Fran Lledó
PD: También me encantaría que si no estás suscrito lo hicieses, en el cajetín que tienes arriba, y que si ya lo estás, le reenviases esto a alguien al que creas que le puede gustar. Y aunque sé que es pedir mucho, te dejo por aquí el botón para hacerlo.
Creo que tienes razón en lo de que si quieres cambiar algo lo tienes que hacer tú mismo. Lo que tú no quieras hacer, nadie lo hará por ti.
También tienes razón en lo de que hay que dar ejemplo, aunque en el caso de los niños esto hay que matizarlo. A ver, está claro que si tienes malos hábitos, del tipo que sean, no eres un modelo para tu chaval. Pero el hecho de que tú tengas buenas costumbres no significa que tus hijos vayan a tenerlas (aunque claro, hay más posibilidades). Conforme los hijos se van haciendo mayores reciben estímulos de otras partes, como el colegio, sobre los que tú no tienes ningún control. Los que tenemos hijos lo sabemos. Unido esto, a que ellos también tiene su propia personalidad, e interpretan esos estímulos a su manera.
Por otro lado, pienso que las personas somos individuos. Y no veo ningún conflicto en que las tribus, o comunidades, se formen por conjuntos de seres individuales, que piensan y sienten por sí mismos, sin tener que pedirle permiso al resto. El cuanto a lo de que cada uno vaya a su bola, bueno, eso es la responsabilidad individual de cada uno, que tiene que hacerse cargo de su propia vida.
Me parece que una comunidad lo es, en tanto que sus miembros son seres individuales que eligen voluntariamente pertenecer a ese grupo. Lo demás es un rebaño que sigue al líder. Porque siempre hay uno.
Gracias Fran, por escribir cosas que hacen pensar.